Vivir desde el ahora.



Quien diría que desde aquel día nunca volví a ser la misma, a vivir la vida al máximo como solía hacerlo, a disfrutar de las noches de vino tinto. Recordaba cada día, cada viaje en que nos fuimos de mochileros cuando el clima no nos hacía una mala jugada. El ultimo bar donde cantamos juntos mientras tocabas el piano.

Cada noche lluviosa me recuerda la cantidad de lágrimas que han caído sobre mi rostro, las cuales, hasta el día de hoy limpio con rapidez, pero su profundidad siempre queda impregnada en mí. Me asomo a la ventana y siento que los días solo pasan por encima de mí y ya ni siquiera sé que fecha es. Lo único que quiero es encontrar una razón para vivir, o en el mejor de los casos una razón por la cual desaparecer. 

Diciembre 15, 2019
California, Estados Unidos
1 año antes

- ¡Hoy es el gran día! Gritó mi madre

Repitió la misma frase varias veces, mientras tocaba cada una de las puertas de las habitaciones de la casa. Para ella era importante madrugar los días de actividades familiares, aunque el evento tuviera lugar en horas de la tarde. Para mí era un poco complicado ajustarme a sus horarios, debido a que después de varios años viviendo sola lejos de las costumbres cotidianas me hacía sentir que esto ya no era parte de mí. Sin embargo, hoy 15 de junio se celebraba uno de los días más importante para mi hermana, su graduación. Por esto, decidí quedarme en casa y vivir la experiencia al igual como vivimos la mía unos años antes. 

Mi madre y yo preparamos el desayuno favorito de mi hermana, huevos revueltos, tostadas francesas y tocino, mientras ella organizaba la ropa que usaría junto al maquillaje ideal. Mi padre en cambio llegaría unas horas más tarde, el como encargado del departamento de ventas de Ford Motor, Estados Unidos, no disponía de el mismo tiempo libre que nosotras ni la oportunidad de madrugar coordinando los preparativos. 

Me sentía muy ansiosa. Invitaría a unos viejos amigos a casa y también a la fiesta de graduación después de la ceremonia, haríamos que todo saliera perfecto para Lindsay. Mi casa era una de las más grandes y contaba con una sala de visitas espaciosa, por lo que mi madre dispuso de nuestro hogar para que mi hermana, sus amigas, ella y yo nos alistáramos para el evento. 

Alrededor de las 09:00 AM estaban llegando sus amigas y al cabo de una hora nuestro hogar ya estaba lleno de manicuristas, estilistas y maquilladoras. Mi madre y Lindsay estaban muy emocionadas, yo en cambio solo me reía y recordaba los días en que yo solía emocionarme por este tipo de actividades.

- Mi teléfono sonó (Ring-Ring) 

- Amelia por aquí, ¿Cómo estas mi querido Alex? ¿Ya están de camino a casa?

- Todo bien por aquí. Ya estamos todos en camino, tu hermana no se va a esperar esta gran sorpresa 

- Esta bien, estaré esperando por ustedes

Tres horas más tarde ya todas estábamos listas para la ceremonia cuando la bocina del carro de Alexander sonó. Mi madre al salir de la casa y ver a todos los chicos quedó asombrada. Volvió corriendo a la sala de visitas preguntando porque no solo había llegado mi padre, sino también mi grupo de amigos de la universidad, mientras yo reía en silencio.  

Alexander, mi mejor amigo, siempre había tenido buenas ideas, así que cuando faltaban varios meses para este día me dijo que quería que le organizáramos una sorpresa a mí hermana, convenciendo a mi padre de que cambiara su auto por uno más nuevo el día de su graduación. Sabía que al hacerle la propuesta debíamos hablar de los logros de Lindsay, debido a que a pesar de ser uno de los encargados del departamento de ventas de autos, mi padre creía firmemente en que las cosas deben ganarse con esfuerzo.

Pusimos nuestro plan en marcha y una tarde Alexander me recogió en mi departamento y nos dirigimos a la compañía de mi padre para hacerle la propuesta. En el camino charlamos y nos reímos, el siempre me hacia sentir afortunada de tenerlo en mi vida. Al llegar a la empresa en que trabaja mi padre, nos dirigimos a su oficina y conversamos con él. Mi padre acepto al instante, diciendo que entendía que era el momento perfecto para hacerle este regalo a su hija menor, su trabajo lo valía.

Salimos todas de la casa y las chicas emocionadas saludaron a mis amigos. A pesar de que le llevaba cuatro años a mi hermana todos éramos una familia, ya que en los días en que inicio su carrera de música, mis amigos y yo la orientamos mucho en el proceso. Aún ahora, yo con 27 años y mi hermana terminando a los 23 seguíamos con la misma tradición de estar unidos en cada etapa importante de nuestra vida. 

Yo por mi parte, me sumergí en los brazos de Alexander. En ese instante en que estuve entre sus brazos recordé la manera tan peculiar en que nos conocimos. Yo, estudiante de termino de música y el también. Años en los que estuvimos tan cerca y nunca cruzamos miradas, o tal vez sí, pero aún no era el momento de conocernos, hasta aquella presentación de música internacional donde reunieron los mejores de la clase y ahí estabas tú. Desde ese día puedo contar con nuestra maravillosa amistad. Le agradecí por estar presente y siempre tener una respuesta positiva en cada momento importante de mi vida y la de mi familia.

Al terminar de saludarnos, mi padre empezó su discurso diciendo lo orgulloso que estaba de sus hijas y como quería celebrar este día en grande, al terminar removió el lienzo gris que cubría el carro nuevo de mi hermana. Lindsay grito y todos nos sentimos conmovidos por el regalo de mi padre. Lo merecía.

Recogimos todo y a la media hora ya nos dirigíamos a la ceremonia. Ese momento fue como revivir los días donde yo era la que llevaba el birrete y mis padres y amigos saltaban de alegría desde los asientos de atrás. También me hicieron una fiesta e hice mi primer viaje con Alexander. Nos fuimos Colombia de mochileros por una semana junto a otro grupo de amigos, allá visitamos Andrés Carnes y un montón de museos. Nos llevamos nuestros instrumentos y en diversos bares que tenían karaoke tocábamos canciones de Los Beatles y Johnny Cash. Sin embargo, lo que más disfrute fue la compañía de mis seres queridos, y es que el regalo más grande siempre será la compañía, no el lugar donde estés. 

La ceremonia de mi hermana terminó a las 7:00 PM. Habíamos reservado un salón en uno de los restaurantes de comida italiana favoritos de Lindsay. Allá celebramos, comimos y yo di un discurso como siempre acostumbraba en las actividades familiares. No recuerdo mucho que decía, pero si recuerdo una de las reflexiones finales

- En un año o tal vez dos no sé qué será de nosotros, lo que si se es que estamos unidos en esta noche y eso la hace infinita. Valoremos el hoy como si no hubiera mañana.

Nunca pensé que una frase podría hacer tanta alusión a lo que iba a pasar en esa noche. Aun repito esas palabras y tiemblo después de lo sucedido, es imposible olvidarlo.

Cuando la cena terminó mi padre y mi madre se despidieron y partieron hacia nuestra casa, mientras los demás nos fuimos al bar más cercano. Bailamos toda la noche y bebimos, pero de manera moderada porque sabíamos que nos iríamos manejando, por lo menos Alexander y yo que estaríamos en la parte delantera.

Disfrutamos mucho esa noche. Mi hermana y sus amigos no podían esperar para hacer planes de nuevo, ya habían quedado en volver al mismo bar antes de hacer sus vidas separados. Unos se mudarían de estado, otros ya habían decidido inscribirse en maestrías fuera de la ciudad y algunos encontraron trabajo en lugares retirados de California. 

Alex y yo cantamos una de nuestras canciones favoritas antes de que terminara la noche. La canción se titulaba If The World Was Ending de los cantantes JP Saxe y Julia Michaels, la misma se había estrenado unos meses antes y él y yo siempre que teníamos una oportunidad la cantábamos juntos. Cantar con el y que nuestras miradas se cruzaran era siempre un placer para mí. 

Los bares cerraban a las 2:00 AM en todas las localidades, por lo que al terminar la noche nos dividimos en tres grupos para irnos a casa. Dos amigos de Lindsay, ella y yo nos fuimos en el carro de Alex. Cuando íbamos en el camino empezamos a escuchar música de una banda de Rock que ellos amaban y yo no sabía quiénes eran, pero igual me hacía mucha gracia las caras que ponían y como intentaban simular que tenían guitarras eléctricas en sus manos.

Mientras me reía, volteé la mirada y me sentí la persona más afortunada del mundo por estar rodeada de personas increíbles e irremplazables. En ese instante a lo lejos visualice un vehículo de gran tamaño que se acercaba a nosotros con gran velocidad y al parecer no tenía frenos.

- ¡Alexander detente! Le grité

Unos segundos después aquel camión de carga que se acercaba a nosotros a miles de kilómetros se atravesó en la carretera y volcó nuestro carro. Estuvimos dando vueltas alrededor de la calle y mientras los cristales de las ventanas rozaban mi rostro y la sangre que provenía de mis heridas rodeaba mi cuerpo, solo pensaba en lo que ese día iba a perder. Quede inconsciente, así que hasta hoy solo recuerdo cuando desperté y la tormenta que he vivido después de ese día.  

Desperté en una habitación llena de doctores, tubos conectados a mi cuerpo, una onda respiratoria y sin recordar nada de lo que había sucedido después del accidente. Preguntaba confundida donde estaba Lindsay, Alexander, Jack y su hermano y nadie sabía cómo responder. Los doctores avisaron a mis padres que había despertado y al instante entraron a la habitación. Mi madre fue la primera que se acercó para calmarme al momento en que empecé a entrar en crisis y fue entonces cuando entendí que algo no andaba bien. 

Mi padre, quien se encontraba al lado derecho de la cama sostenía una mochila negra con franjas azules a los lados, muy similar a la que Alexander utilizaba cuando se dirigía a las montañas para acampar. Mientras la colocaba cerca de mi cama susurraba que mi hermana y sus amigos estaban estables y que esta mochila era el único material que habían podido recuperar de Alexander después del accidente, todo lo demás que se encontraba en su carro estaba destruido.

En aquel momento sabia de que se trataba, Alexander ya no estaba con nosotros. Lagrimas empezaron a caer sobre mi rostro. El pánico que sentía, mis manos sudorosas y mi respiración agitada acompañaba mis emociones de tristeza y angustia, pero más que nada el vacío que Alexander había dejado en mi desde aquel día. 

Después de mi padre entregarme su mochila, le pedí a él y a mi madre que salieran de la habitación, para así poder pensar y tranquilizarme. Mientras lo hacía decidí revisar la mochila, cada uno de sus bolsillos, cada espacio, buscando algo que me hiciera sentir que Alexander estaba cerca, aunque físicamente ya no estuviera, y fue entonces cuando encontré un sobre blanco, arrugado por el accidente, pero aun intacto para ser leído. 

Mientras abría el sobre sentía miedo, ira, soledad, me preguntaba que podría contener, si tenía que ver con Alexander, su vida o simplemente un sobre más. Así que lo abrí rápidamente y empecé a leerlo con determinación. 

Lo que nunca te dije

Hoy me encuentro en el Balcón de mi departamento escribiendo estas letras que espero que hoy leas. Recordando el poder de la causalidad y como la vida te puso en mi camino aquel 13 mayo. Hoy veo las fotos de nuestro primer viaje a Colombia, el siguiente en Japón, cuando nos lanzamos de paracaídas y buceamos en Isla Catalina, cuando nos fuimos de mochileros y andamos en las motocicletas que ni siquiera sabíamos manejar.

Viviendo experiencias contigo aprendí a valorar la presencia de las personas que nos edifican y nos hacen mejores, y entendí que la virtud más valiosa del ser humano es ser agradecido por cada instante que nos dejan huellas. Porque nunca será el lugar ni el momento como dices tú, sino las personas que nos rodean y nos hacen ser mejores. Como tú siempre me has hecho a mi Amelia. 

Sin embargo, cada día que termina viviendo estas experiencias a tu lado, recuerdo lo que nunca me atreví a decir. Los abrazos que en ocasiones no te di, aunque digas que siempre he estado. El amor que no te mostré que sentía por miedo a ser rechazado.

Por estar presente en cada uno de mis logros y días difíciles. Por siempre aceptar cada uno de los planes que hacía sin pensar en el resultado de este. Por aceptarme por quien soy y vibrar con la misma energía que yo.
Por estar cuando mi padre falleció y tuve que mudarme hacia otro estado y dar clases de música en un conservatorio a cinco horas de ti y tu no perdías la oportunidad de visitarme y hacer fiestas sorpresas para mi cumpleaños.

Por todo esto y más, me di cuenta de que lo que siento va más allá y quiero hacer de este sentimiento una realidad.

Lamento haberlo confesado en este momento, pero sé que lo entenderás. 

Con amor, 

Alexander.

Quedé sin palabras, sin aliento, me culpé por no darme cuenta a tiempo, por no haber encontrado la carta en su auto antes del accidente. Llore y me ahogue en un mar de lágrimas. Grite al cielo y me preguntaba el porqué. En ese instante no solo la partida de Alexander hizo una llaga en mi alma, sino también lo que nunca me confesó y jamás tendría respuesta.

En cuestión de minutos mi presión había subido y quería desconectarme todos los tubos que rodeaban mi cuerpo. Las enfermeras sin más remedio tuvieron que sedarme para que me quedara dormida.  

Diciembre 15, 2020
1 año después

La pérdida de un ser querido siempre es devastadora, pero más cuando no te lo esperas o se quedan palabras por decir y momentos por vivir, como paso con Alexander. Hoy me encuentro en el balcón de mi departamento como él se encontraba cuando me escribió aquella carta, bebiendo nuestro vino favorito en la copa color rosa que el me regaló en mi cumpleaños número 23. Hoy me doy cuenta de lo mucho que se llevó de mi cuando se fue, pero también de lo mucho que quedó de el cuando partió.

Después de hablar de esta situación con mis familiares centenares de veces, ir a visitar los lugares a los cuales viajamos para hacer memorias nuevas y preguntarme porque me estaba pasando esto a mí, decidí escribirle. Si, escribirle de la misma manera en que él lo había hecho un día como hoy hace un año. Sabía que era imposible que la leyera, pero sentía que por fin me liberaría. 

Para ti, que ya no estas

Yo era de las que no creía en la causalidad, la que pensaba que tener un propósito en la vida de alguien más no les pasaba a todos, hasta que te conocí. Recuerdo ese día al igual que tú, pero con muchos más detalles. Nos habían seleccionado para participar en un evento de música internacional. Yo iba vestida de rojo, con un vestido que me llegaba hasta las rodillas y una bufanda negra, mientras tu llevabas una chaqueta negra y pantalones azules, como siempre sin sentido de la moda ni de los colores. 

Recuerdo como nos asignaron los puestos para el evento de música y tu pediste ir a mi lado, mientras me parecías el chico más extraño. Después de ese día fue inevitable no ser tu amiga, tus chistes, tus ganas de comerte el mundo y enseñar a las personas lo que era la música y como la misma podía cambiar vidas me llenaba. Desde el momento en que empezamos a vivir cientos de aventuras, a cuando me invitaste a una de tus clases en el conservatorio de música, supe lo increíble que eras en tus dos versiones, pero yo tampoco pude decírtelo y mucho menos que yo también compartía el mismo sentimiento que tú. 

Hoy me encuentro escribiéndote esta carta después de tu partida e increíblemente puedo confirmar lo mucho que me ha enseñado. Me enseñó la importancia del presente, de no dejar nada para después porque el momento de vivir es ahora.

Me mostró que el instante perfecto para profesar lo que sentimos no se engloba en un solo día, sino en todos. Me enseñaste a no esperar que algo pase para decidir actuar, pues soy yo quien tengo el poder de hacer que suceda.

Tu partida me demostró lo alejada que estaba de mi familia y como solo los visitaba en días que yo creía importantes, pero en realidad todos los días lo son. Ahora Lindsay y yo somos mucho más unidas, quien también te extraña muchísimo. Me mostraste el valor de un abrazo después que ya no puedes volver a ofrecerlo, de las tardes de charlas y café con mis amigos. De ti aprendí que no hay prisa para obtener cosas materiales, pero si hay que darnos prisa para decirle a nuestros seres queridos cuanto los amamos, porque mañana puede ser muy tarde.

Gracias a ti Alexander comprendí que vivir desde el ahora es lo único que me hará feliz, porque el tiempo perfecto para hacerlo no es mañana ni el día siguiente, sino hoy.

Con amor,

Amelia.

Y así fue como desde aquel balcón, con una carta escrita a puño y letra le dije a adiós a mi amado, a mi amigo. Sin embargo, una nueva yo renació. Una persona decidida a no dejar nada para después. Una persona que hoy entiende que debemos internalizar la belleza que hay detrás de la tormenta, para así florecer a través de ella. Todo porque sin importar lo difícil que sea la circunstancia, la misma siempre traerá consigo un aprendizaje.

Como esta que me enseñó a vivir desde el ahora.

- Indhira Castro 


Comentarios

  1. No hay que postergar nada :* El mejor día hoy!! Love it.

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  2. Me gustó mucho tu reflexión, refleja mucho lo que eres como persona, sigue así.

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  3. Increíble como a través de una historia corta y bien encapsulada dijiste en este post todo lo que necesitaba escuchar o leer mas bien. No quiero ser un Alexander, o una versión antigua de Amelia, quiero imitar a la nueva Amelia y empezar a vivir la vida ya. Excelente desarrollo de la historia, me encanto.

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