El siglo XXI a mis 21.
¿Por qué quieres quedarte? Me
pregunte. En aquel momento entendí que cuando no hay razones para quedarse
nuestro deber es decir adiós. Pero ¿Cómo le dices adiós a un siglo? Comúnmente
nos despedimos de objetos, lugares y personas, pero esta vez había decidido
decir adiós al siglo en el que vivo. El siglo XXI.
Observando
a mi alrededor comprendí que tan hueco esta nuestro siglo. Hoy en día
vivimos en el egoísmo, con el deseo de apagar la luz de los demás para
hacer brillar la nuestra, verlos lograr sus metas se ha convertido en un
obstáculo en vez de una felicidad y regocijo de que nuestros compañeros han
podido conseguir lo que se han propuesto. Ahora las personas te pegan donde les
dijiste que te dolía, nadie se atreve a ser empático y ponerse en tu lugar, y
en ocasiones está siendo más fácil pelear por tener la razón que ceder.
Muchos
se preguntarán cuales fueron mis razones para determinar lo que se hace
evidente en estas letras o si una estadística fue de gran ayuda para mí, pero
no, no hubo herramientas ni técnicas que despertaran dichas
conclusiones. Solo descubrí personas que no luchaban por conservar lo que
tenían frente a sus narices. Encontré seres que se les hacía difícil remendar
errores, decir lo siento, crecer y ayudar a otros a ir por el mismo camino.
Seres que no sabían amar, amar con acciones y no palabras vanas.
Volví hacia mi interior y me pregunté ¿En que nos estamos convirtiendo? Es más
fácil reemplazar que cuidar lo que está a nuestro lado, querer a ratos, olvidar
a quien nos cuida, fingir que sentimos mientras nos importa una mierda. Estamos
en el siglo donde es mejor retener personas que vivir nuestra soledad. Así
como: No te quiero, pero tampoco quiero que te vayas.
Muchos
de los hombres y mujeres de este siglo han olvidado la responsabilidad que
tienen con las personas que aman, no se trata de exigencias ni cuidados
especiales, sino de la demostración de lo que sentimos. ¿Cuántas veces dejamos ir por no saber
cuidar? Hoy en día nuestros ojos no saben distinguir lo que se les ha puesto delante,
por esto hay que ver desde adentro, desde el alma, y tratar como nos gustaría
ser tratados.
En
este siglo he tenido varios tropiezos, en ocasiones me sentí en casa de algunos
seres efímeros, pero solo pude comprenderlo cuando me vi entrando por la puerta
trasera. ¿Desde cuándo es esa
una buena entrada al corazón? En otras circunstancias me fui de lugares donde
no era querida, me faltaba el aire y no había espacio para mí, pero que difícil
fue despedirme de donde esperaba ser rescatada al salir. En aquellos días
algo siempre moría dentro de mí, no sé si las ganas de seguir mostrando mi
esencia o de seguir dando lo mejor de mí. Solo sé que murió eso que no sabría
cómo resucitar.
A
pesar de todos los pensamientos que cada momento arropaban mi mente decidí
mirar hacia otro lugar, donde hubiera personas como yo. Personas dispuestas a
sentir, a ver a los demás brillar, a cuidar cada ser que la vida le pusiera en
el camino y, sobre todo, a ver la vida como una oportunidad de inspirar a otros
a ser mejores.
Ese
momento entendí que cuando amas y agradeces cada situación, cada persona, cada
pieza que complementa tu vida eso es lo que regresa a ti. Tal vez no en el
momento que esperabas o de las personas que imaginabas, pero si regresa, y
todos esos regalos que se traducen a personas, logros y elementos que edifican
tu camino son una representación de ello. No por lo que son a simple vista,
sino por el esfuerzo y la dedicación que permitieron que estuvieran ahí y eso
sí que es maravilloso.
A
pesar de lo efímero que se ha convertido el siglo en donde estoy, yo soy quien
ha decidido ser distinta. Amar sin medidas, vivir en momentos de calidad y no
en la tecnología que apaga nuestros cerebros. Iluminar el camino de otros,
hacer lo que amo, reír a carcajadas, experimentar todo lo que me traiga
aprendizajes y buenos recuerdos, pero, sobre todo, irme de donde no pueda hacer
ninguna de las anteriores.
-
Indhira Castro
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