El cristal de la vida.



Era muy joven cuando mi mente materialista deseaba a gritos una mejor vida, una igual que la de esos chicos que observaba en canales de televisión y películas de acción y drama. Mi madre miraba con delicadeza cada una de mis expresiones faciales y escuchaba con atención mis deseos, todo para acabar diciendo

- Hijo, cuando crezcas entenderás que la vida no se basa en lo que poseemos. Nuestra vida es un cristal de varios colores y la misma dependerá del lado que sepamos apreciarla.

Eso solía decir mi madre cuando pedía al universo que me diera lo que tanto creía merecer. En ese momento creía que la fama y el dinero me harían grande, que las mujeres a mi alrededor determinarían mi valía y que mi estatus económico propiciaría mi felicidad. ¡Qué grave error!  

Unos años más tarde mi madre partió. Recordaba su sonrisa y lo mucho que amaba los girasoles, ella manifestaba que el color negro parecía inspirar tristeza. Sin embargo, el cristal de su vida poseía más fuerza cuando se tornaba negro. Siempre respeté sus opiniones e ideas raras sobre el universo, pero nunca le di la razón, para mí la vida era más práctica y debía ser vivida de manera más realista.

Los Ángeles,
California

Siempre me han apasionado las historias, pero más la mía. Tenía 15 años cuando el mordisco de un perro me hizo pensar que mi vida estaría terminada y que jamás obtendría los lujos que tanto anhelaba. 20 años al momento en que decidí estudiar fotografía y el desamor de una pelirroja con grandes pechos que nunca me dejo fotografiarla me hizo creer que jamás tendría la oportunidad de volverme a enamorar. 25 años cuando mi madre me dejo las mejores enseñanzas sobre ser feliz a través del cristal que decidas elegir. 30 años cuando ya graduado y postulado en una de las mejores agencias de arte del país conocí la chica de los ocho lunares que cambio mi vida y me recordó todas las enseñanzas que mi madre profesaba.

Se parecía a mi madre. Llevaba el pelo de color rubio y castaño, pero el castaño resaltaba más. Esbelta y ojos color café, siempre usaba faldas largas y su risa se oía en cada esquina. Llevaba los ocho lunares en su cara, siete del lado derecho y solo uno del lado izquierdo. Podría mencionar los demás, pero solo yo tuve la oportunidad de conocerlos.

Trabajaba para una academia de escultores y traía sus esculturas a mi agencia todos los viernes para hacerles secciones de fotos y venderlas a diversas compañías y amantes del arte. Más adelante no solo me cautivaba su hermosa presencia, sino también cada una de sus estatuillas, acostumbraba a traer rosas, parejas enamoradas, paisajes, libros y hasta muñecas al desnudo. Cada una de sus esculturas me causaron curiosidad, así que un día decidí preguntarle

- ¿Qué te inspira?

Me miro anonadada y sonrió confusa

- No lo sé, nadie me había hecho tal pregunta. Los momentos solo se dan y yo decido atrapar lo mejor de ellos.

- Pues, ¿Te inspiran los momentos?

- Si así quieres llamarlo, entonces si

Seguimos conversando durante horas hasta que me confesó que había esculpido una muñeca al desnudo porque soñaba con ser fotografiada de la misma manera, para ella estar descubierta era sinónimo de libertad, de amor y aceptación propia hacia lo que somos y nuestra naturaleza, esa que nos llena de orgullo cada día que la admiramos frente un espejo.  

Cada instante en que la escuche me daba cuenta de que el cristal de mi vida empezaba a tener color, que todas las tristezas que había atravesado eran una simple prueba para saber valorar lo que más adelante la vida tenía para mí, ella, la chica de los ocho lunares.

Los meses siguientes fueron de puro conocimiento, aquella chica me hacía hablar de más, tanto que quedamos en que yo sería el fotógrafo que cumpliría su mayor deseo de ser fotografiada al desnudo. Nos reunimos en el estudio de la misma agencia con el consentimiento de uno de mis socios, pero con la condición de realizar la sesión de fotos después de nuestro horario laboral y que a media noche la misma terminara, pero desde cuando el amor sabe de tiempos.

El reloj marcaba las 7:00 P.M cuando aquella ninfa quito sus prendas de color rojo y se postró en medio del estudio para ser fotografiada. Ese día entendí porque mi fama como fotógrafo no había llegado antes y solo estaba trabajando en esa agencia y porque la vida no me había permitido permanecer con mi amor de los 20 y las mujeres con las que estuve después fueron tan fugaces. Debía conocerla a ella. 

Ella era una combinación de dulzura y carácter fuerte, llena de inteligencia y sentido crítico, pero a la vez inocencia y con tantas ganas de vivir como yo. Tantas que al terminar la sesión no pude contener la emoción y la bese, la bese como hace tanto deseaba. Fue entonces donde nuestros pensamientos llenos de erotismo y fantasía se hicieron reales, dos cuerpos se volvieron música de tanto frenesí, su ombligo se convirtió en mi centro y sus piernas me aprisionaron en un hermoso jardín, hasta que después de tantas ansias una ola blanca cubrió cada parte de su cuerpo. Quedamos dormidos como dos estatuillas dibujadas en plena noche.

El reloj marcaba las 5:00 A.M cuando decidimos levantarnos y recoger nuestras pertenencias. Cada uno fue a su hogar, pero la huella había quedado. Esa noche el amor había renacido en cada corazón. Al día siguiente esperaba verla, pero no fue así. Aquella chica se había esfumado como una estrella en pleno amanecer. Le enviaba cartas y mensajes, la busqué en cada rincón, pero parecía no haber dejado rastro, hasta que después de dos meses me envió una carta

Querido Patrick

Lamento haberte hecho esperar, no sabía que decir ni que hacer después de todo lo que vivimos. Al pasar los meses construimos una hermosa amistad, me apoyabas y yo a ti, hasta que nuestros sentimientos empezaron a florecer y fue difícil ocultarlos aquella noche de noviembre.

Me he marchado porque tengo miedo, he tenido miedo toda mi vida, miedo de equivocarme, miedo de expresar lo que siento, miedo a mi pésimo carácter y miedo al amor, y esto de amor se traduce a ti Patrick.

Quise llenarme de ti desde que te vi, pero es imposible para mi después de sentir tanto temor. No soy solo belleza y destellos como sueles llamarlo Patrick. Tengo defectos, tengo cicatrices reflejadas en mi pasado y en uno que otros tatuajes que llevo en mi cuerpo. Si estás dispuesto a vivir con eso estaré en París los próximos tres días.

Con amor, 

Sofi

Ese mismo día emprendí mi viaje hacia Francia, sabía que si duraba más tiempo aquella loca de la que me había enamorado estaría más lejos de mí.

París, 
Francia

Les juro, le encantaban los acertijos y pretendía que la encontrará sin ninguna pista siendo Paris la capital de Francia y su ciudad más poblada, pero como amaba los lugares artísticos decidí empezar por ahí. Al cabo de unas horas la había encontrado, llevaba uno de sus vestidos favoritos color azul y el pelo amarrado con una rosa. Al voltear se veían sus hermosos lentes de diamantes que solo ella sabía lucir y una sonrisa que jamás guardaba. Al verla me di cuenta de que había tomado la decisión correcta. Corrí hacia ella y la abrace con todas mis fuerzas, la mire fijamente y bese sus labios carnosos con pasión desmesurada y gran alivio de saber que ya estamos en el mismo camino. Nos sentamos y decidí contarle mi historia

Desde pequeño ame la fama y la vida de niño rico. Tuve una madre que hubieras amado conocerla, ella decía que la clave de la felicidad no estaba en lo material y que si decidía ver más allá de ello la encontraría. A mis 15 años me enseño el significado del cristal de la vida, juraba que tenía diversos colores y que como seres humanos debíamos ser capaces de ver cada momento con colores diversos y con la oportunidad de crecer.

Sofia, yo resistía a sus enseñanzas, creía que si vivía de esa manera dejaría el realismo de lado, pero más que eso temía, tenía miedo de sentir, vivir, cambiar mi rutina o ver la maravilla que me traía cada día a pesar de las adversidades. Cuando ella partió me dejo sus mejores recuerdos y aprendizajes. Al conocerte Sofia, entendí que mis años no me hacen viejo para comprender todo esto, que tengo la oportunidad de vivir en pasiones, que aún queda un fascinante camino por recorrer y a ti ya te he puesto en él.

Desde entonces Sofia entendió que también debía mirar la vida desde otro foco de atención, que era momento de expresar toda esa pasión que la hacía bella y deslumbrante. Ese día aquellos enamorados empezaron a vivir en momentos, en instantes que dejan huellas. Cada uno entendió que la vida depende del cristal con que decidas verla.

- Indhira Castro 

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